sábado, 6 de junio de 2009

Sinalefa

En el último tiempo la vida se me ha convertido en un padecer: el trabajo, la familia, los vínculos, ¡hasta las horas de ocio!. Pienso, a partir de esto, que hay personas que estamos hechas para soportar y a cambio de ello -como si fuera una virtud o un beneficio- disfrutar muy poco.
Yo y mi amiga Sinalefa somos los mejores ejemplares de esta factura de seres humanos.
Ejemplo: luego de haber buscado durante años, Sinalefa se instala en el departamento de sus sueños. Corrijo: casi de sus sueños, porque el cumplimiento de ello resultaría algo demasiado bueno para suceder en su vida. Pasan tres días y Sinalefa abre la puerta alegremente ante el sonido del timbre. Saluda con su amabilidad y efusividad características -está tan, pero tan sola, que hasta a los desconocidos los trata como grandes amigos-. Sin embargo, sus visitantes mantuvieron la objetividad (me permito usar esta palabra, a pesar de que, en rigor, no tiene un referente real) que corresponde a su cargo: eran policías que venían con la orden de embargo. Me ahorro la narración del lío judicial y problemas domésticos asociados, y diré solamente que Sinalefa terminó arrendando una habitación barata en la pensión de una vieja gruñona. Y cuando Sinalefa quiso darse una ducha relajante, la anciana la interrumpió apagando el calefont.
Parece que en la vida de Sinalefa, una tragedia lleva a la otra tal como en una cadena infinita, tal como en las tragedias griegas.


1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE PASO AYER? xDDD